Cuando Corrientes era sólo una calle
Secreta Buenos Aires.
El primer tramo del ensanche, desde el Bajo hasta Callao,
se inauguró en 1936, momento del que se cumplen ahora 80 años.
Eduardo Parise. Clarin.comCiudades16/05/16
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Irreconocible: la esquina tanguera de Corrientes y Esmeralda. Allí estaba el café El Guaraní, donde solían concurrir Gardel y Razzano |
En tiempos de la colonia la llamaban Sendero del Sol. La
alusión era porque en su primer recorrido se veía la salida del sol sobre el
río. En unos años, cuando desaparecieron las tunas y los arbustos y aparecieron
las casas de adobe y las pulperías, formó parte del barrio recio. Ya en 1738 la
conocían como la calle de San Nicolás, por la iglesia que, una vez demolida,
cedió su lugar al Obelisco. Hacia 1808, en reconocimiento al destacado trabajo
que el regidor del Cabildo había tenido contra el enemigo en las dos invasiones
inglesas, se la llamó de Inchaurregui. Recién en 1822 se convirtió en calle
Corrientes, por el apoyo que esa ciudad mesopotámica le había dado a la
Revolución de 1810. Estos nombres eran para el tramo que cubre desde el Bajo
hasta la actual avenida Callao. Y aunque después vino el ensanche (el primer
tramo se inauguró en 1936, lo que significa que se están cumpliendo 80 años),
sigue con ese apelativo de calle por aquellos tiempos en los que la gente se
saludaba de vereda a vereda y el tranvía afeitaba el borde de los cordones.
La decisión de convertirla en calle ancha venía de los
tiempos en que Bernardino Rivadavia era secretario de Gobierno. Quería que
tuviera 30 varas (26 metros). El tema se retomó recién en 1910, cuando el
intendente Joaquín Manuel de Anchorena, mediante una ordenanza, pidió ejecutar
aquella iniciativa. Era el momento del Primer Centenario de la Revolución de
1810 y Buenos Aires aspiraba a destacar su condición de ser la “París de
América del Sur”. Entonces ya se pensó en una nueva línea de construcción para
la vereda de los números pares. Es decir: la más cercana a la paralela calle
Lavalle. Pero los trabajos para demoler edificios sobre esa vereda Norte recién
empezaron en 1931 con el tramo entre las calles Paraná y Uruguay. El intendente
era José Guerrico. Junto con la idea de ensanchar Corrientes también se pensó
en tener avenidas semejantes en las calles Córdoba y Santa Fe (hacia el
Noreste) y Belgrano e Independencia (hacia el Sur).
La fama de la vida nocturna sobre la calle Corrientes se
basaba en los muchos cafés, las confiterías y los teatros que se acumulaban en
la zona desde Callao hasta Leandro Alem. En el cruce con Suipacha ya no estaba
la pulpería El Caimán (aquella que lucía sus toneles de vino en la calle para
que fueran referencia) ni en Reconquista la casa de Marie Anne Périchon de
Vandeuil, casada con Thomas O’Gorman, a quien todos conocían como “la
Perichona”. Cuando su marido la abandonó fue amante de Santiago de Liniers.
Pero en una de las esquinas de Suipacha se destacaba la Antigua Pastelería
Reybaldi y Gaudini, famosa por el pan dulce artesanal que elaboraba. Después,
en el cruce con Esmeralda, la familia Reybaldi instaló la Confitería del Buen
Gusto, frente al café Guaraní, donde solían parar Carlos Gardel y José Razzano.
La lista podría convertirse en interminable si se
mencionaran todos los lugares. Pero algo de lo que se llevó la piqueta del
ensanche y que merece destacarse es el viejo Teatro de la Ópera. Cayó en 1935 y
después el terreno lo compró un empresario llamado Clemente Lococo. En apenas
nueve meses y bajo la dirección del arquitecto belga Albert Bourdon, allí se
construyó el actual edificio que se sigue luciendo a dos cuadras de la avenida
9 de Julio. A propósito de la ancha avenida, cuando se hizo el ensanche de
Corrientes y también se abrió esa amplia traza que atravesaba la “calle”,
muchos habitués de la primera sintieron que quedaban “divididos por 150 metros
de desolación”. De todas maneras, algo de la vieja bohemia se mantuvo porque
calificaron a Corrientes como “la calle que nunca duerme”. Y como
contraposición al primitivo nombre de Sendero del Sol, también la llamaron
Sendero de la Luna, en alusión al mundo nocturno que se vivía en las décadas de
1940 y 1950, con el tango como protagonista central de bares y cabarets.
Hoy, con una década y media del siglo XXI encima, la
“calle” Corrientes todavía mantiene alguno de sus rasgos que la hacen referente
de los porteños. Claro que no es lo mismo desde Callao hacia el Oeste, cuando
deja atrás la zona de San Nicolás y atraviesa otros cuatro barrios (Balvanera,
Almagro, Villa Crespo y Chacarita). Lo que sí conserva en sus entrañas y a lo
largo de sus nueve kilómetros es el recorrido de la línea B del subte. Su
primer gran tramo entre las estaciones Lacroze y Callao se inauguró el 17 de
octubre de 1930. El segundo, hasta Carlos Pellegrini, el 22 de junio de 1931. Y
el tercero, hasta Alem, el 1° de diciembre, también de 1931. Su construcción,
con Corrientes aún angosta, requirió mucho esfuerzo en el trabajo y también se
llevó la vida de muchos obreros. Pero esa es otra historia.
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