LOS SEFARDÍES O LOS JUDIOS ESPAÑOLES (La convivencia y la expulsión)
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Torquemada el célebre inquisidor de la Iglesia Católica |
BREVE HISTORIA Y OPINIÓN
LOS SEFARDÍES O LOS JUDIOS ESPAÑOLES (La convivencia y la
expulsión)
Dedicada in memorian a Salvador Serfati.un amigo nacido en El Chaco, Argentina,
humilde y servicial
Sefardí proviene etimológicamente de Sefarad, es un
término bíblico con el que los hebreos designan a la Península Ibérica.
Sabido es, que los judíos de la rama sefardí convivieron
durante largo tiempo en la Península Ibérica. España estaba compuesta
políticamente por una diversidad de reinos medievales que convivían o aceptaban
en sus sociedades a las comunidades judías.
Jamás fue una convivencia plenamente armónica. Lejos de
ello, España siempre se ajustó a los preceptos cristianos y a los ojos de
cualquier español, el pueblo judío era considerado un pueblo deicida, culpable
del crimen más horrendo de la historia. Los culpaban del “asesinato” de Dios.
Se aceptaba al hebreo por ver cumplidas las profecías cristianas fundadas en la
esperanza de la conversión final de los judíos a la fe católica. A pesar las
diferencias y la discordia que suscitaba
un pueblo que vivía dentro de otro, podemos afirmar que la hostilidad
ideológica nunca fue un obstáculo y solo ante casos por demás excepcionales,
resaltaba una relativa aceptación del
sefardí y ello se mantuvo hasta los finales del siglo XIII. A partir de allí dio
comienzo cierta hostilidad que fue en paulatino aumento y cada vez más exigente
para los israelitas. A pesar de tal hostilidad, los reyes españoles no dejaron
de ser verdaderos protectores de la comunidad judía por diversos factores y por
sobre todo por la real conveniencia que derivaba porque los judíos eran los
“servi regis”, es decir, “servidores del rey” y en ello coincidían varios
factores de conveniencia. Entre ellas, destacaba la capacidad intelectual de
los sefardíes y su utilidad en los actos de gobernabilidad.
En el reino de Castilla y León, asimismo en la corona de
Aragón desempeñaron con excelente resultados las acciones de órden intelectual
llevadas a cabo en la denominada Escuela de traductores de Toledo. En España la
inquina antisemita no tuvo una repercusión tan exigente. No olvidemos que los
reinos de España necesitaban de todo aquello que los judíos podían brindar.
Fueron prudentes consejeros de estado, excelentes comerciantes, buenos
artesanos, conocedores de lenguas extranjeras, practicaban la medicina y de una
notable capacidad para administrar e idóneos en el manejo de la economía.
A pesar de los beneficios que aportaban las sociedades
judías recrudece el antijudaísmo cristiano en el Occidente medieval, lo que
queda plasmado en las duras medidas antijudías acordadas en el IV Concilio de
Letrán celebrado en 1215 a instancias del papa Inocencio III. Los reinos
cristianos peninsulares no fueron en absoluto ajenos al crecimiento del
antijudaísmo cada vez más beligerante.
En el siglo XIV se termina el periodo de
"tolerancia" hacia los judíos pasándose a una fase de conflictos
crecientes. Lo que cambia no son las mentalidades, son las circunstancias. Los
buenos tiempos de la España de las tres religiones había coincidido con una
fase de expansión territorial, demográfica y económica; judíos y cristianos no
competían en el mercado de trabajo: tanto unos como otros contribuían a la
prosperidad general y compartían sus beneficios. El antijudaísmo militante de
la Iglesia y de la curia apenas hallaba eco a pesar de su encono y
arbitrariedades. Los siguientes siglos fueron un verdadero calvario para las
comunidades judías en las que hubo crueles matanzas y un desprecio absoluto y
criminal.
La primera ola de violencia contra los judíos en la
península ibérica se produjo en el reino de Navarra como consecuencia de la
llegada en 1321 de la cruzada de los “pastorcillos” desde el otro lado de los
Pirineos. Las juderías de Pamplona y de Estella fueron masacradas por esta
maléfica organización. Dos décadas más tarde el impacto de la Peste Negra de
1348 provoca asaltos a las juderías de varios lugares, especialmente las de
Barcelona y de otras localidades del Principado de Cataluña. En la Corona de
Castilla la violencia antijudía se relaciona estrechamente con la guerra civil
del reinado de Pedro I.
Tras las matanzas de 1391 y las predicaciones que las
siguieron, hacia 1415 apenas cien mil judíos se mantuvieron fieles a su
religión en las coronas de Castilla y de Aragón.
A todo ello, luego de una extensa y vergonzosa apostasía,
colmada de temibles terroríficas y crueldades a un pueblo desprotegido e inocente,
contraviniendo el evangelio cristiano, llegó la definitiva expulsión de los
judíos que engrandecieron a España. La
Iglesia con su diabólica Inquisición y otros factores de similar catadura
favorecieron este acontecer.
El 31 de marzo de 1492, poco después de finalizada la
guerra de Granada, los Reyes Católicos firmaron en Granada el decreto de
expulsión de los judíos,
Los Reyes Católicos habían encargado precisamente al
inquisidor general Tomás de Torquemada y a sus colaboradores la redacción del
decreto que fue enviado a todas las ciudades, villas y señoríos de sus reinos
con órdenes estrictas de no leerlo ni hacerlo público hasta el 1 de mayo del
mismo año.
Ell gobierno de la España actual, quien (para remendar el
capote, como dijera el Quijote) ofrece la ciudadanía española a los
descendientes de aquellos sefarditas tan maltratados que amaron a España que no
dejaba de ser su patria, y no guardaron en absoluto retaliaciones por la ofensa
recibida.
Algunos judíos, cuando se les acababa el término para
abandonar España, andaban de noche y de día como desesperados. Muchos se
volvieron del camino… y recibieron la fe de Cristo obligados por las
circunstancias. Otros muchos, por no privarse de la patria donde habían nacido
y por no vender en aquella ocasión sus bienes a menos precio, se bautizaban.
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