PIO BAROJA SE DEDICÓ CON PASIÓN A LA NOVELA HISTÓRICA
Los veintidós tomos de las Memorias de un hombre de
acción, sobre la vida y las andanzas de Eugenio de Aviraneta, publicados por
Baroja entre 1912 y 1934, constituyen el “ciclo histórico” o la incursión
principal del escritor en el género de la novela histórica, género perfectamente
definido, y cultivado de manera paradigmática por autores como el escocés
Walter Scott, el ruso León Tolstoi o, en el caso español, Benito Pérez Galdós
con sus Episodios Nacionales.
Pero don Pío no se podía limitar a recoger de manera
convencional lo que el género de la novela histórica habían aportado esos
autores, ni a repetir mecánicamente el patrón de la novela histórica
decimonónica. Como acertadamente señala el profesor C. A. Longhurst,
“tanto el temperamento como la orientación artística de
Baroja le habrían impedido aceptar el patrón decimonónico de la novela
histórica (...) el concepto barojiano de la novela histórica está más cerca de
la concepción modernista de la literatura (...) que de la concepción realista
decimonónica” (1988, 155).
Baroja dice que escribió sobre Aviraneta “porque era
pariente mío”(1); pero hay sin duda una razón más profunda que ese lejano
parentesco para explicar el interés y la atracción que sintió el novelista
hacia la persona y la vida de Aviraneta, hasta convertirlo en personaje no ya
de una novela, sino de toda una serie de veintidós.
Desde la perspectiva de Baroja, el interés que le ofrece
la figura de Don Eugenio de Aviraneta, en el caso de las Memorias... es
novelesco más que histórico; éste –el histórico- quedará cumplido con la
escritura de Aviraneta o la vida de un conspirador; y es eso precisamente –lo
novelesco prevalece sobre lo histórico- lo que define el carácter de la novela
histórica barojiana frente a los Episodios Nacionales de Galdós. En Galdós la
función de la ficción es servir de cimiento y de sostén para la materia
histórica, que tiene, como tal, preferencia sobre lo novelesco. En Baroja
sucede exactamente lo contrario. Es conocido el poco aprecio o el menosprecio
que Baroja manifiesta hacia la historia como ciencia; y su afirmación de que la
novela permite un conocimiento de la realidad más profundo y perfecto que el de
la historia. La materia histórica es el trampolín que le permite a la fantasía
creadora del novelista el salto al universo autónomo de la ficción, pero sin
romper amarras con la realidad; a fin de cuentas, Baroja es un realista, aunque
a veces él mismo no sepa definir con precisión su propio realismo. En La
intuición y el estilo (1948), tomo quinto de sus “Memorias”, Desde la última
vuelta del camino, Baroja hace un balance lúcido de semejanzas y diferencias
entre la novela histórica galdosiana y la suya, señalando que en el fondo no
tienen más parecido que el meramente externo que les da la época y el asunto;
porque mientras
“Galdós ha ido a la historia por afición, yo he ido a la
historia por curiosidad hacia un tipo” (O. C., VII, 1074).
A juicio de Eugenio G. de Nora, (1958), ambas visiones de
la historia, la de Galdós y la de Baroja, no sólo no son excluyentes, sino que
se complementan; porque si bien es verdad que las Memorias de un hombre de
acción surgen por el interés que despierta en el escritor un tipo como Don
Eugenio de Aviraneta, hay momentos en que el tipo se desvanece en el laberinto
del texto barojiano, se pierde en el intrincado tejido de aventuras y de
personajes, y sobre la figura del conspirador se impone la época, el espacio, u
otros personajes novelescos. Y tanto en un caso como en otro, lo que de verdad
mueve la pluma de Baroja es la ocasión que el tipo y su aventura y la época le
prestan para recrear un complejo y vasto universo novelesco típicamente
“barojiano”, novelas de acción y de aventuras, más que “memorias”, en el
sentido literario específico del término. Por eso resulta irrelevante que
Castillo Puche publique en 1952 las “auténticas” memorias de Eugenio de
Aviraneta. La autenticidad de Baroja es novelesca más que histórica y, de
establecer una comparación entre el tratamiento que ambos autores dan a la
figura del conspirador, ésta tendría que hacerse no con las Memorias de un
hombre de acción, sino con el libro biográfico, histórico y documental
Aviraneta o la vida de un conspirador, publicado por don Pío en 1931. Como muy
bien señala Longhurst (1974, 81):
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