lunes, 25 de septiembre de 2017

PIO BAROJA SE DEDICÓ CON PASIÓN A LA NOVELA HISTÓRICA


Los veintidós tomos de las Memorias de un hombre de acción, sobre la vida y las andanzas de Eugenio de Aviraneta, publicados por Baroja entre 1912 y 1934, constituyen el “ciclo histórico” o la incursión principal del escritor en el género de la novela histórica, género perfectamente definido, y cultivado de manera paradigmática por autores como el escocés Walter Scott, el ruso León Tolstoi o, en el caso español, Benito Pérez Galdós con sus Episodios Nacionales.

Pero don Pío no se podía limitar a recoger de manera convencional lo que el género de la novela histórica habían aportado esos autores, ni a repetir mecánicamente el patrón de la novela histórica decimonónica. Como acertadamente señala el profesor C. A. Longhurst,

“tanto el temperamento como la orientación artística de Baroja le habrían impedido aceptar el patrón decimonónico de la novela histórica (...) el concepto barojiano de la novela histórica está más cerca de la concepción modernista de la literatura (...) que de la concepción realista decimonónica” (1988, 155).

Baroja dice que escribió sobre Aviraneta “porque era pariente mío”(1); pero hay sin duda una razón más profunda que ese lejano parentesco para explicar el interés y la atracción que sintió el novelista hacia la persona y la vida de Aviraneta, hasta convertirlo en personaje no ya de una novela, sino de toda una serie de veintidós.

Desde la perspectiva de Baroja, el interés que le ofrece la figura de Don Eugenio de Aviraneta, en el caso de las Memorias... es novelesco más que histórico; éste –el histórico- quedará cumplido con la escritura de Aviraneta o la vida de un conspirador; y es eso precisamente –lo novelesco prevalece sobre lo histórico- lo que define el carácter de la novela histórica barojiana frente a los Episodios Nacionales de Galdós. En Galdós la función de la ficción es servir de cimiento y de sostén para la materia histórica, que tiene, como tal, preferencia sobre lo novelesco. En Baroja sucede exactamente lo contrario. Es conocido el poco aprecio o el menosprecio que Baroja manifiesta hacia la historia como ciencia; y su afirmación de que la novela permite un conocimiento de la realidad más profundo y perfecto que el de la historia. La materia histórica es el trampolín que le permite a la fantasía creadora del novelista el salto al universo autónomo de la ficción, pero sin romper amarras con la realidad; a fin de cuentas, Baroja es un realista, aunque a veces él mismo no sepa definir con precisión su propio realismo. En La intuición y el estilo (1948), tomo quinto de sus “Memorias”, Desde la última vuelta del camino, Baroja hace un balance lúcido de semejanzas y diferencias entre la novela histórica galdosiana y la suya, señalando que en el fondo no tienen más parecido que el meramente externo que les da la época y el asunto; porque mientras

“Galdós ha ido a la historia por afición, yo he ido a la historia por curiosidad hacia un tipo” (O. C., VII, 1074).

A juicio de Eugenio G. de Nora, (1958), ambas visiones de la historia, la de Galdós y la de Baroja, no sólo no son excluyentes, sino que se complementan; porque si bien es verdad que las Memorias de un hombre de acción surgen por el interés que despierta en el escritor un tipo como Don Eugenio de Aviraneta, hay momentos en que el tipo se desvanece en el laberinto del texto barojiano, se pierde en el intrincado tejido de aventuras y de personajes, y sobre la figura del conspirador se impone la época, el espacio, u otros personajes novelescos. Y tanto en un caso como en otro, lo que de verdad mueve la pluma de Baroja es la ocasión que el tipo y su aventura y la época le prestan para recrear un complejo y vasto universo novelesco típicamente “barojiano”, novelas de acción y de aventuras, más que “memorias”, en el sentido literario específico del término. Por eso resulta irrelevante que Castillo Puche publique en 1952 las “auténticas” memorias de Eugenio de Aviraneta. La autenticidad de Baroja es novelesca más que histórica y, de establecer una comparación entre el tratamiento que ambos autores dan a la figura del conspirador, ésta tendría que hacerse no con las Memorias de un hombre de acción, sino con el libro biográfico, histórico y documental Aviraneta o la vida de un conspirador, publicado por don Pío en 1931. Como muy bien señala Longhurst (1974, 81):



“...las normas que debemos aplicar a la obra de Baroja son al fin y al cabo las de un novelista, no las de un historiador”.

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