martes, 26 de julio de 2016

Cuando Corrientes era sólo una calle


Secreta Buenos Aires.

El primer tramo del ensanche, desde el Bajo hasta Callao, se inauguró en 1936, momento del que se cumplen ahora 80 años.

Eduardo Parise. Clarin.comCiudades16/05/16

Irreconocible: la esquina tanguera de Corrientes y Esmeralda. Allí estaba el café El Guaraní, donde solían concurrir Gardel y Razzano   

                                                  En tiempos de la colonia la llamaban Sendero del Sol. La alusión era porque en su primer recorrido se veía la salida del sol sobre el río. En unos años, cuando desaparecieron las tunas y los arbustos y aparecieron las casas de adobe y las pulperías, formó parte del barrio recio. Ya en 1738 la conocían como la calle de San Nicolás, por la iglesia que, una vez demolida, cedió su lugar al Obelisco. Hacia 1808, en reconocimiento al destacado trabajo que el regidor del Cabildo había tenido contra el enemigo en las dos invasiones inglesas, se la llamó de Inchaurregui. Recién en 1822 se convirtió en calle Corrientes, por el apoyo que esa ciudad mesopotámica le había dado a la Revolución de 1810. Estos nombres eran para el tramo que cubre desde el Bajo hasta la actual avenida Callao. Y aunque después vino el ensanche (el primer tramo se inauguró en 1936, lo que significa que se están cumpliendo 80 años), sigue con ese apelativo de calle por aquellos tiempos en los que la gente se saludaba de vereda a vereda y el tranvía afeitaba el borde de los cordones.

La decisión de convertirla en calle ancha venía de los tiempos en que Bernardino Rivadavia era secretario de Gobierno. Quería que tuviera 30 varas (26 metros). El tema se retomó recién en 1910, cuando el intendente Joaquín Manuel de Anchorena, mediante una ordenanza, pidió ejecutar aquella iniciativa. Era el momento del Primer Centenario de la Revolución de 1810 y Buenos Aires aspiraba a destacar su condición de ser la “París de América del Sur”. Entonces ya se pensó en una nueva línea de construcción para la vereda de los números pares. Es decir: la más cercana a la paralela calle Lavalle. Pero los trabajos para demoler edificios sobre esa vereda Norte recién empezaron en 1931 con el tramo entre las calles Paraná y Uruguay. El intendente era José Guerrico. Junto con la idea de ensanchar Corrientes también se pensó en tener avenidas semejantes en las calles Córdoba y Santa Fe (hacia el Noreste) y Belgrano e Independencia (hacia el Sur).

La fama de la vida nocturna sobre la calle Corrientes se basaba en los muchos cafés, las confiterías y los teatros que se acumulaban en la zona desde Callao hasta Leandro Alem. En el cruce con Suipacha ya no estaba la pulpería El Caimán (aquella que lucía sus toneles de vino en la calle para que fueran referencia) ni en Reconquista la casa de Marie Anne Périchon de Vandeuil, casada con Thomas O’Gorman, a quien todos conocían como “la Perichona”. Cuando su marido la abandonó fue amante de Santiago de Liniers. Pero en una de las esquinas de Suipacha se destacaba la Antigua Pastelería Reybaldi y Gaudini, famosa por el pan dulce artesanal que elaboraba. Después, en el cruce con Esmeralda, la familia Reybaldi instaló la Confitería del Buen Gusto, frente al café Guaraní, donde solían parar Carlos Gardel y José Razzano.

La lista podría convertirse en interminable si se mencionaran todos los lugares. Pero algo de lo que se llevó la piqueta del ensanche y que merece destacarse es el viejo Teatro de la Ópera. Cayó en 1935 y después el terreno lo compró un empresario llamado Clemente Lococo. En apenas nueve meses y bajo la dirección del arquitecto belga Albert Bourdon, allí se construyó el actual edificio que se sigue luciendo a dos cuadras de la avenida 9 de Julio. A propósito de la ancha avenida, cuando se hizo el ensanche de Corrientes y también se abrió esa amplia traza que atravesaba la “calle”, muchos habitués de la primera sintieron que quedaban “divididos por 150 metros de desolación”. De todas maneras, algo de la vieja bohemia se mantuvo porque calificaron a Corrientes como “la calle que nunca duerme”. Y como contraposición al primitivo nombre de Sendero del Sol, también la llamaron Sendero de la Luna, en alusión al mundo nocturno que se vivía en las décadas de 1940 y 1950, con el tango como protagonista central de bares y cabarets.


Hoy, con una década y media del siglo XXI encima, la “calle” Corrientes todavía mantiene alguno de sus rasgos que la hacen referente de los porteños. Claro que no es lo mismo desde Callao hacia el Oeste, cuando deja atrás la zona de San Nicolás y atraviesa otros cuatro barrios (Balvanera, Almagro, Villa Crespo y Chacarita). Lo que sí conserva en sus entrañas y a lo largo de sus nueve kilómetros es el recorrido de la línea B del subte. Su primer gran tramo entre las estaciones Lacroze y Callao se inauguró el 17 de octubre de 1930. El segundo, hasta Carlos Pellegrini, el 22 de junio de 1931. Y el tercero, hasta Alem, el 1° de diciembre, también de 1931. Su construcción, con Corrientes aún angosta, requirió mucho esfuerzo en el trabajo y también se llevó la vida de muchos obreros. Pero esa es otra historia.

Etiquetas:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio