sábado, 9 de diciembre de 2017

Teresa Carreño (1853-1917)



          En honor a la verdad, pocas han sido las pianistas hayan alcanzado el virtuosismo y la brillantez reconocida internacionalmente  de esa ilustre mujer venezolana. Nació en Caracas, una ciudad donde su población y ambiente social no ofrecía en esa época otra alternativa musical que la presencia alternada de compañías de ópera, la mayoría de ellas de origen italiano que llegaban a la ciudad durante las giras que realizaban por países vecinos.
Teresa Carreño desde niña ya mostraba una notable disposición prodigiosa para el teclado. Su padre también con aptitudes para la música fue el hijo del maestro de capilla u organista de la catedral de Caracas y ante las dotes de su hija, decide enviarla a Nueva York y ponerla bajo la tutela de Louis Moreau Gottschalk, un pianista americano que en esa época había conseguido mucho renombre. Tenía la particularidad de interpretar solo obras de su autoría, también realizaba improvisaciones sobre temas conocidos y por sobre todo se lucía  en los pasajes que mostraban una cierta dificultad  y repite los mismos arpegios, las mismas octavas, los mismos trinos y alguna otra variante musical.
Carreño logra adaptarse a este singular músico y avanzar en sus conocimientos y ya muestra un especial talento. Tuvo la oportunidad teniendo apenas 10 años de tocar ante el presidente Lincoln, quien llora de emoción al oir la interpretación de una canción negra.
A pesar de ello su padre se muestra desconforme con las limitaciones musicales del maestro Gottshalk, decide enviarla a París y en Europa se relaciona con los músicos talentosos del momento. Son List, Gounod, Rossini y algunos otros. Berlioz oye sus interpretaciones y la recomienda a George Matías, quien fuera discípulo de Chopin y también recibe clases de Antoine Rubistein que se encuentra en su momento cumbre. Adeline Patti descubre en Teresa un bello registro vocal de mezzosoprano  y le da lecciones de canto.
A todo ello Teresa Carreño se ha convertido en mujer.con especiales encantos femeninos y un y un inigualable talento. Cuando cumple 19 años se casa con el violinista Emile Sauret. Se presentan al unísono en algunos conciertos; pronto se divorcian y en 1875 Carreño regresa a Caracas. Se vuelve a casar y su marido es el barítono Giovanni Tagliapetra, con él organizan una compañía de ópera y aprovechando las lecciones aprendidas con la Patti canta como mezzosoprano y en algunas oportunidades dirige la orquesta. El ambiente de la ópera no la conforma y decide retornar al piano. Se divorcia por segunda vez y regresa nuevamente a dar conciertos de piano. Comienzan las presentaciones por el mundo entero es reconocida y aclamada. Los éxitos se suceden, es descubierta plenamente como una pianista de primera magnitud. Posee un virtuosismo especial  aunado a su temperamento romántico y lleno de espontaneidad. En 1892 se casa por tercera vez, su esposo es Eugene d´Álbert, un renombrado pianista de origen escocés,  pero formado en Alemania. Es con este músico que Carreño logra interpretar a Bach y Beethoven y lo logra con la mayor excelencia. Hasta el mismo Brahms la oye y la aprecia con los mejores elogios, es su momento de mayor éxito.
De temperamento rebelde e independiente y poco hecha para uniones prolongadas se divorcia por tercera vez y es en esos momentos que compone un cuarteto que fue interpretado en Leipzig. Reside en Alemania de donde se ausenta solo durante las giras. EN 1902 se casa por cuarta vez con un hermano de su segundo marido, Arturo Tagliapetra. Envejece,   la calma se hace presente en aquella prodigiosa mujer que desde niña recorrió un largo camino donde su excelencia fuera bien ganada. Cuando muere Venezuela la llora con especial reconocimiento. Posteriormente el gobierno la honra con la mayor sala de espectáculos de Venezuela que lleva su nombre. 

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