miércoles, 13 de diciembre de 2017

LOS SEFARDÍES O LOS JUDIOS ESPAÑOLES (La convivencia y la expulsión)


Torquemada el célebre inquisidor de la Iglesia Católica




BREVE HISTORIA Y OPINIÓN

LOS SEFARDÍES O LOS JUDIOS ESPAÑOLES (La convivencia y la expulsión) 

      Dedicada in memorian a  Salvador Serfati.un amigo nacido en El Chaco, Argentina, humilde y servicial
                                           Sefardí proviene etimológicamente de Sefarad, es un término bíblico con el que los hebreos designan a la Península Ibérica.
Sabido es, que los judíos de la rama sefardí convivieron durante largo tiempo en la Península Ibérica. España estaba compuesta políticamente por una diversidad de reinos medievales que convivían o aceptaban en sus sociedades a las comunidades judías.
Jamás fue una convivencia plenamente armónica. Lejos de ello, España siempre se ajustó a los preceptos cristianos y a los ojos de cualquier español, el pueblo judío era considerado un pueblo deicida, culpable del crimen más horrendo de la historia. Los culpaban del “asesinato” de Dios. Se aceptaba al hebreo por ver cumplidas las profecías cristianas fundadas en la esperanza de la conversión final de los judíos a la fe católica. A pesar las diferencias y la discordia  que suscitaba un pueblo que vivía dentro de otro, podemos afirmar que la hostilidad ideológica nunca fue un obstáculo y solo ante casos por demás excepcionales, resaltaba una relativa aceptación  del sefardí y ello se mantuvo hasta los finales del siglo XIII. A partir de allí dio comienzo cierta hostilidad que fue en paulatino aumento y cada vez más exigente para los israelitas. A pesar de tal hostilidad, los reyes españoles no dejaron de ser verdaderos protectores de la comunidad judía por diversos factores y por sobre todo por la real conveniencia que derivaba porque los judíos eran los “servi regis”, es decir, “servidores del rey” y en ello coincidían varios factores de conveniencia. Entre ellas, destacaba la capacidad intelectual de los sefardíes y su utilidad en los actos de gobernabilidad.
En el reino de Castilla y León, asimismo en la corona de Aragón desempeñaron con excelente resultados las acciones de órden intelectual llevadas a cabo en la denominada Escuela de traductores de Toledo. En España la inquina antisemita no tuvo una repercusión tan exigente. No olvidemos que los reinos de España necesitaban de todo aquello que los judíos podían brindar. Fueron prudentes consejeros de estado, excelentes comerciantes, buenos artesanos, conocedores de lenguas extranjeras, practicaban la medicina y de una notable capacidad para administrar e idóneos en el manejo de la economía.
A pesar de los beneficios que aportaban las sociedades judías recrudece el antijudaísmo cristiano en el Occidente medieval, lo que queda plasmado en las duras medidas antijudías acordadas en el IV Concilio de Letrán celebrado en 1215 a instancias del papa Inocencio III. Los reinos cristianos peninsulares no fueron en absoluto ajenos al crecimiento del antijudaísmo cada vez más beligerante.
En el siglo XIV se termina el periodo de "tolerancia" hacia los judíos pasándose a una fase de conflictos crecientes. Lo que cambia no son las mentalidades, son las circunstancias. Los buenos tiempos de la España de las tres religiones había coincidido con una fase de expansión territorial, demográfica y económica; judíos y cristianos no competían en el mercado de trabajo: tanto unos como otros contribuían a la prosperidad general y compartían sus beneficios. El antijudaísmo militante de la Iglesia y de la curia apenas hallaba eco a pesar de su encono y arbitrariedades. Los siguientes siglos fueron un verdadero calvario para las comunidades judías en las que hubo crueles matanzas y un desprecio absoluto y criminal.
La primera ola de violencia contra los judíos en la península ibérica se produjo en el reino de Navarra como consecuencia de la llegada en 1321 de la cruzada de los “pastorcillos” desde el otro lado de los Pirineos. Las juderías de Pamplona y de Estella fueron masacradas por esta maléfica organización. Dos décadas más tarde el impacto de la Peste Negra de 1348 provoca asaltos a las juderías de varios lugares, especialmente las de Barcelona y de otras localidades del Principado de Cataluña. En la Corona de Castilla la violencia antijudía se relaciona estrechamente con la guerra civil del reinado de Pedro I.
Tras las matanzas de 1391 y las predicaciones que las siguieron, hacia 1415 apenas cien mil judíos se mantuvieron fieles a su religión en las coronas de Castilla y de Aragón.
A todo ello, luego de una extensa y vergonzosa apostasía, colmada de temibles  terroríficas y  crueldades a un pueblo desprotegido e inocente, contraviniendo el evangelio cristiano, llegó la definitiva expulsión de los judíos que engrandecieron  a España. La Iglesia con su diabólica Inquisición y otros factores de similar catadura favorecieron este acontecer.   
El 31 de marzo de 1492, poco después de finalizada la guerra de Granada, los Reyes Católicos firmaron en Granada el decreto de expulsión de los judíos,
Los Reyes Católicos habían encargado precisamente al inquisidor general Tomás de Torquemada y a sus colaboradores la redacción del decreto que fue enviado a todas las ciudades, villas y señoríos de sus reinos con órdenes estrictas de no leerlo ni hacerlo público hasta el 1 de mayo del mismo año.
Ell gobierno de la España actual, quien (para remendar el capote, como dijera el Quijote) ofrece la ciudadanía española a los descendientes de aquellos sefarditas tan maltratados que amaron a España que no dejaba de ser su patria, y no guardaron en absoluto retaliaciones por la ofensa recibida.

Algunos judíos, cuando se les acababa el término para abandonar España, andaban de noche y de día como desesperados. Muchos se volvieron del camino… y recibieron la fe de Cristo obligados por las circunstancias. Otros muchos, por no privarse de la patria donde habían nacido y por no vender en aquella ocasión sus bienes a menos precio, se bautizaban.

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sábado, 9 de diciembre de 2017

Teresa Carreño (1853-1917)



          En honor a la verdad, pocas han sido las pianistas hayan alcanzado el virtuosismo y la brillantez reconocida internacionalmente  de esa ilustre mujer venezolana. Nació en Caracas, una ciudad donde su población y ambiente social no ofrecía en esa época otra alternativa musical que la presencia alternada de compañías de ópera, la mayoría de ellas de origen italiano que llegaban a la ciudad durante las giras que realizaban por países vecinos.
Teresa Carreño desde niña ya mostraba una notable disposición prodigiosa para el teclado. Su padre también con aptitudes para la música fue el hijo del maestro de capilla u organista de la catedral de Caracas y ante las dotes de su hija, decide enviarla a Nueva York y ponerla bajo la tutela de Louis Moreau Gottschalk, un pianista americano que en esa época había conseguido mucho renombre. Tenía la particularidad de interpretar solo obras de su autoría, también realizaba improvisaciones sobre temas conocidos y por sobre todo se lucía  en los pasajes que mostraban una cierta dificultad  y repite los mismos arpegios, las mismas octavas, los mismos trinos y alguna otra variante musical.
Carreño logra adaptarse a este singular músico y avanzar en sus conocimientos y ya muestra un especial talento. Tuvo la oportunidad teniendo apenas 10 años de tocar ante el presidente Lincoln, quien llora de emoción al oir la interpretación de una canción negra.
A pesar de ello su padre se muestra desconforme con las limitaciones musicales del maestro Gottshalk, decide enviarla a París y en Europa se relaciona con los músicos talentosos del momento. Son List, Gounod, Rossini y algunos otros. Berlioz oye sus interpretaciones y la recomienda a George Matías, quien fuera discípulo de Chopin y también recibe clases de Antoine Rubistein que se encuentra en su momento cumbre. Adeline Patti descubre en Teresa un bello registro vocal de mezzosoprano  y le da lecciones de canto.
A todo ello Teresa Carreño se ha convertido en mujer.con especiales encantos femeninos y un y un inigualable talento. Cuando cumple 19 años se casa con el violinista Emile Sauret. Se presentan al unísono en algunos conciertos; pronto se divorcian y en 1875 Carreño regresa a Caracas. Se vuelve a casar y su marido es el barítono Giovanni Tagliapetra, con él organizan una compañía de ópera y aprovechando las lecciones aprendidas con la Patti canta como mezzosoprano y en algunas oportunidades dirige la orquesta. El ambiente de la ópera no la conforma y decide retornar al piano. Se divorcia por segunda vez y regresa nuevamente a dar conciertos de piano. Comienzan las presentaciones por el mundo entero es reconocida y aclamada. Los éxitos se suceden, es descubierta plenamente como una pianista de primera magnitud. Posee un virtuosismo especial  aunado a su temperamento romántico y lleno de espontaneidad. En 1892 se casa por tercera vez, su esposo es Eugene d´Álbert, un renombrado pianista de origen escocés,  pero formado en Alemania. Es con este músico que Carreño logra interpretar a Bach y Beethoven y lo logra con la mayor excelencia. Hasta el mismo Brahms la oye y la aprecia con los mejores elogios, es su momento de mayor éxito.
De temperamento rebelde e independiente y poco hecha para uniones prolongadas se divorcia por tercera vez y es en esos momentos que compone un cuarteto que fue interpretado en Leipzig. Reside en Alemania de donde se ausenta solo durante las giras. EN 1902 se casa por cuarta vez con un hermano de su segundo marido, Arturo Tagliapetra. Envejece,   la calma se hace presente en aquella prodigiosa mujer que desde niña recorrió un largo camino donde su excelencia fuera bien ganada. Cuando muere Venezuela la llora con especial reconocimiento. Posteriormente el gobierno la honra con la mayor sala de espectáculos de Venezuela que lleva su nombre. 

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lunes, 25 de septiembre de 2017

PIO BAROJA SE DEDICÓ CON PASIÓN A LA NOVELA HISTÓRICA


Los veintidós tomos de las Memorias de un hombre de acción, sobre la vida y las andanzas de Eugenio de Aviraneta, publicados por Baroja entre 1912 y 1934, constituyen el “ciclo histórico” o la incursión principal del escritor en el género de la novela histórica, género perfectamente definido, y cultivado de manera paradigmática por autores como el escocés Walter Scott, el ruso León Tolstoi o, en el caso español, Benito Pérez Galdós con sus Episodios Nacionales.

Pero don Pío no se podía limitar a recoger de manera convencional lo que el género de la novela histórica habían aportado esos autores, ni a repetir mecánicamente el patrón de la novela histórica decimonónica. Como acertadamente señala el profesor C. A. Longhurst,

“tanto el temperamento como la orientación artística de Baroja le habrían impedido aceptar el patrón decimonónico de la novela histórica (...) el concepto barojiano de la novela histórica está más cerca de la concepción modernista de la literatura (...) que de la concepción realista decimonónica” (1988, 155).

Baroja dice que escribió sobre Aviraneta “porque era pariente mío”(1); pero hay sin duda una razón más profunda que ese lejano parentesco para explicar el interés y la atracción que sintió el novelista hacia la persona y la vida de Aviraneta, hasta convertirlo en personaje no ya de una novela, sino de toda una serie de veintidós.

Desde la perspectiva de Baroja, el interés que le ofrece la figura de Don Eugenio de Aviraneta, en el caso de las Memorias... es novelesco más que histórico; éste –el histórico- quedará cumplido con la escritura de Aviraneta o la vida de un conspirador; y es eso precisamente –lo novelesco prevalece sobre lo histórico- lo que define el carácter de la novela histórica barojiana frente a los Episodios Nacionales de Galdós. En Galdós la función de la ficción es servir de cimiento y de sostén para la materia histórica, que tiene, como tal, preferencia sobre lo novelesco. En Baroja sucede exactamente lo contrario. Es conocido el poco aprecio o el menosprecio que Baroja manifiesta hacia la historia como ciencia; y su afirmación de que la novela permite un conocimiento de la realidad más profundo y perfecto que el de la historia. La materia histórica es el trampolín que le permite a la fantasía creadora del novelista el salto al universo autónomo de la ficción, pero sin romper amarras con la realidad; a fin de cuentas, Baroja es un realista, aunque a veces él mismo no sepa definir con precisión su propio realismo. En La intuición y el estilo (1948), tomo quinto de sus “Memorias”, Desde la última vuelta del camino, Baroja hace un balance lúcido de semejanzas y diferencias entre la novela histórica galdosiana y la suya, señalando que en el fondo no tienen más parecido que el meramente externo que les da la época y el asunto; porque mientras

“Galdós ha ido a la historia por afición, yo he ido a la historia por curiosidad hacia un tipo” (O. C., VII, 1074).

A juicio de Eugenio G. de Nora, (1958), ambas visiones de la historia, la de Galdós y la de Baroja, no sólo no son excluyentes, sino que se complementan; porque si bien es verdad que las Memorias de un hombre de acción surgen por el interés que despierta en el escritor un tipo como Don Eugenio de Aviraneta, hay momentos en que el tipo se desvanece en el laberinto del texto barojiano, se pierde en el intrincado tejido de aventuras y de personajes, y sobre la figura del conspirador se impone la época, el espacio, u otros personajes novelescos. Y tanto en un caso como en otro, lo que de verdad mueve la pluma de Baroja es la ocasión que el tipo y su aventura y la época le prestan para recrear un complejo y vasto universo novelesco típicamente “barojiano”, novelas de acción y de aventuras, más que “memorias”, en el sentido literario específico del término. Por eso resulta irrelevante que Castillo Puche publique en 1952 las “auténticas” memorias de Eugenio de Aviraneta. La autenticidad de Baroja es novelesca más que histórica y, de establecer una comparación entre el tratamiento que ambos autores dan a la figura del conspirador, ésta tendría que hacerse no con las Memorias de un hombre de acción, sino con el libro biográfico, histórico y documental Aviraneta o la vida de un conspirador, publicado por don Pío en 1931. Como muy bien señala Longhurst (1974, 81):



“...las normas que debemos aplicar a la obra de Baroja son al fin y al cabo las de un novelista, no las de un historiador”.

martes, 16 de mayo de 2017

En Buenos Aires, melancólico y desencantado “Yo no soy Borges, soy el otro...”





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Lilián Carou / Patricio Salinas
JAQUE encontró en Buenos Aires un Borges melancólico, desencantado, sin esperanzas, para quien ser argentino es “un acto de fe”. Confiesa no saber nada del tango, de Gardel, de la literatura contemporánea, ni de política y, en otro juego de espejos afirma ignorar si tiene o no realmente vida personal. Es Jorge Luis Borges.

Borges, Ud. que ha viajado tanto, ha estado en tantas ciudades...
— No se crea, no tanto. Hay dos países que me gustaría mucho conocer: China e India. Pero imagínese que no me puedo costear esos viajes. No es como ir a Bolivia o a Chile.

No, claro. Pero Ud. que ha viajado tanto, decía, ¿cómo se siente en Buenos Aires?
— Como todo el mundo, melancólico. Porque no mejoran las cosas. Hace un año y medio que están los radicales y no han hecho nada ¿puede ser? Quizás ahora hagan algo. Recuerdo que cuando fue electo, el Presidente me invitó a un acto oficial. Yo sólo conocía a Bioy Casares, a los demás escritores no los conocía. Era gente más bien de radio, de teatro, actores. Pero a los escritores no los conocía. Yo dije algunas palabras. Pero ahora estoy muy desencantado, sin esperanzas...

Ud. dice en uno de sus poemas:"Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino”. ¿Tampoco ahora podría definirlo?
— No. no podría. Yo creo que algo así sucede con todos los países ¿qué es ser irlandés? ¿qué es ser sueco? Un acto de fe. Ser argentino es un acto de fe. Es muy raro. Este país, no sé, algunos dicen que va a
salvarse con las nuevas medidas. pero hace muchos años que tenemos problemas.

Compadritos eran los de antes

Borges, hablando ahora de su obra, los temas que en ella se repiten son el tiempo, los laberintos, los espejos, los compadritos...
— Sí, los compadritos. Pero los compadritos se acabaron con las armas de fuego; los verdaderos compadritos eran cuchilleros. Yo conocí cuchilleros. El cuchillo era un arma de guapos, ellos llevaban siempre, los de ciudad, el cuchillo en la sisa del chaleco, se sacaba así (hace el gesto de sacar el puñal), en cambio en el campo lo usaban en el lado izquierdo del cinto, y lo sacaban así (hace otro gesto).

"Hacia arriba y con el filo para adentro”, como enseña Ud. en el cuento “El sur”.
— Claro, pero fíjese qué raro, nunca se hablaba del cuchillo, por pudor. Si se lo sacaba era para usarlo, pero no se lo mostraba nunca. Además se usaba cuchillo corto. Ya el hecho de sacar un puñal corto era una prueba de que uno sabía usarlo. Pero ahora el cuchillo ya no tiene sentido.

Yo no se nada del tango

¿Qué opina del tango, Borges?
— Yo no sé nada del tango.

Ud. dice que no tuvo orígenes populares.
— No. el pueblo lo rechazó. En los conventillos no se bailaba. En realidad, yo he leído algo sobre el tango. Surge en la misma época que el jazz, en el mismo ambiente: en los prostíbulos. Pero puede probarse que no fue popular por los instrumentos. La milonga, por ejemplo, se acompañaba con la guitarra. ¿Sabe cuál es la etimología de la palabra guitarra?

No.
— Viene de cítara, del griego: citara-guitarra ¿qué lindo, no? Bien, el tango surge hacia 1880, no se sabe si originario de Montevideo o de Buenos Aíres, en el mejor de los casos se comprueba que no es popular por los instrumentos: piano, flauta y violín, y luego se agrega un instrumento alemán: el bandoneón. Así que no es popular, porque los instrumentos son muy caros. La flauta no, pero el violín y el bandoneón, sí. En cambio la guitarra es popular. Cuando yo era chico se tocaba en todas las esquinas de Buenos A¡res. ahora no.

¿Qué opina de este homenaje un tanto desmesurado que se le está brindando a Gardel?
— Yo no sé nada de Gardel. Sé que no quiso ser ciudadano uruguayo. Se llamaba Charles Gardel, era descendiente de franceses. El la compró a la madre.

¿Cómo?
— La madre de él trabajaba en un prostíbulo en Toulouse, entonces él la compró. El precio de las prostitutas variaba según la edad y las nacionalidades. Aquí las más baratas eran las criollas, luego venían las polacas y finalmente, las más caras eran las francesas.

Otro de sus temas preferidos son los espejos ¿qué le sugieren?
Cuando yo era chico había muebles hamburgueses en casa. Había un espejo de tres cuerpos donde yo me miraba siempre. Desde mi cama, inmóvil. Y un día se me ocurrió que una de las imágenes reflejadas podía tomar vida propia, podía empezar a obrar por su cuenta. Ese es el origen de mi interés por los espejos, y por eso aparecen en mis cuentos.

Tampoco de novelas

¿Por qué nunca escribió una novela?
— Porque no soy lector de novelas. Bueno. leí el Quijote, y un novelista que para mi es el novelista: Joseph Conrad. He leído a Dickens mucho, leí Crimen y castigo, lo leí con mucho entusiasmo, más que Los hermanos Karamazov, Tolstoi sí me gusta mucho. Pero otras novelas... En cambio leí Las mil y una noches en una versión, creo que la mejor versión occidental, la de Rafael Cansinos Assens. El se jactaba, no se por qué razón, de poder saludar a las estrellas en catorce idiomas clásicos distintos ¿qué exageración, no? Era una andaluzada: Pero la novela es un género que no conozco.

¿Y de literatura contemporánea?
- Yo no sé nada de literatura contemporánea, creo que hay mucha pornografía...

Quiero hacerle una pregunta...

Y nada de política

— Si es una pregunta política, no se nada (sonríe). No estoy afiliado a ningún partido político. En fin...

No, no es una pregunta política. Se refiere al debate que existe acerca de la cuestión del Premio Nobel...
— No, no, pero yo voy a defender a los Académicos. En un tiempo, ellos confirmaban prestigios. Cuando un autor recibía su premio, ya estaba consagrado. Cuando Bertrand Russel lo recibió, cuando André Gíde lo recibió, ya eran famosos. Pero creo que ahora quieren dar el premio de estimulo, a quienes no son tan conocidos. Yo creo que es una política distinta, yo la respeto. Además, yo no tengo méritos, mi obra no existe. Acá no tengo ningún ejemplar de mi obra. Yo no soy Borges, soy el otro (sonríe).

Parece que en Suecia se estima más su poesía que su prosa...
¿Ah, sí? qué notable. Bueno, la poesía es un género más antiguo, más noble.

Pero en otros países, en Europa y en América Latina, se valora más su prosa.
Bueno, cuando yo pienso en la prosa, me gusta más la poesía; y cuando pienso en la poesía, me gusta más la prosa.

Cuando el Premio se le concedió a García Márquez...
— Muy merecido, sí.

.... él mismo consideró que se lo merecía más Ud.

— Bueno, es una generosidad de su parte.

Unas últimas preguntas, Borges: De acuerdo a sus declaraciones, parece ser que Ud. está en un proceso de evaluación de su vida personal.
— No sé si tengo vida personal. De mi biografía poco tengo que decir: nací en Buenos Aires, viví en Suiza, después me empezaron a interesar los idiomas no sé. un poco de vida literaria, enamorarse...! sonríe).

Ud. dice que no cree en la inmortalidad ¿eso no le produce angustia?
No. no. Recuerdo que mí padre decía que una vez que uno se moría, era mejor morirse del todo. El se dejó morir. Se negó a comer y a tomar remedios. Ahora, la transmigración si seria interesante ¿no?

Claro. Bueno Borges, no lo molestamos más, muchas gracias.
— No. no. no me molestan. Gracias a Uds. que han llenado esta mañana que parecía vacía. (En la puerta, pensativo) ¿Así que me recomiendan la poesía?

Lilian Carou
"Jaque" Revista Semanario - Año II Nº 82
Montevideo, 12 al 19 de junio de 1985
Digitalizado y editado por el editor de Letras Uruguay el día 14 de mayo de 2017, se agrega foto

Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com / facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce  

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martes, 21 de febrero de 2017

Tesoro de libros: la biblioteca de Bioy Casares será pública


Los 17.000 ejemplares se suman al acervo de la Biblioteca Nacional

SÁBADO 18 DE FEBRERO DE 2017

AñaAdolfo Bioy Casares, en su casa, en 1999, el mismo año de su muerte.

 
Adolfo Bioy Casares señaló alguna vez que entre los mejores recuerdos de su vida estaban aquellas noches en las que, junto a Borges, anotaron las obras de sir Thomas Browne, admiraron la agudeza de Gracián o eligieron con Silvina Ocampo los textos que integrarían la célebre Antología de la literatura fantástica.

Los libros que contenían las huellas de esas intensas jornadas de trabajo intelectual estuvieron más de 15 años en 330 cajas, que terminaron en el subsuelo de un depósito de la calle Sarmiento, presas de una compleja trama sucesoria que ayer empezó a resolverse.

La Biblioteca Nacional, en la figura de su director, Alberto Manguel , y los investigadores Laura Rosato y Germán Álvarez, consiguió convencer a un grupo de particulares, empresas y fundaciones de que compraran, por 400.000 dólares, una de las bibliotecas privadas más importantes del país. Ya firmada la carta de intención y una vez concretada la operación, los 17.000 volúmenes del acervo serán donados a la institución para que ese material, de valor incalculable, no termine desperdigado por el mundo.

Una tasación inicial de la biblioteca personal de Bioy Casares la había hecho el librero de anticuario Alberto Casares antes de 2006. Pero nunca pudo terminar un inventario minucioso. Por eso, Rosato y Alvarez contaron con la colaboración del traductor y crítico Ernesto Montequin, albacea de los papeles de Silvina Ocampo y una de las personas que más conoce esta biblioteca -fue su administrador por decisión judicial durante una parte de la sucesión-. Montequin los condujo por ese laberinto de 17.000 libros que tapizaban cada una de las paredes del departamento de novecientos metros de la calle Posadas, donde vivieron Bioy Casares y Silvina durante toda su vida.

"La singularidad absoluta de esta biblioteca -explicó Montequin en la conferencia donde se dio la gran noticia- es que se trata de la biblioteca de dos enormes escritores argentinos pero también la de un tercero, que es Borges, ya que guardaba muy pocos libros en su casa." Fue la biblioteca de tres personas que tenían a la literatura como pasión dominante y que funciona, de algún modo, como un laboratorio: es una biblioteca de trabajo. Ni de bibliófilos ni de coleccionistas. Los ejemplares que la integran fueron leídos, usados, escritos, comentados. A partir de ella se puede aprender no sólo "qué" leyeron sino "cómo" leyeron estos autores. Allí radica el valor de estos libros. "Es una biblioteca viva", dijeron ayer.

Todos los implicados sabían que era fundamental que estos libros no se perdieran. La biblioteca es un microcosmos, y una vez que empieza a dispersarse no se puede reunir nunca más. En este caso, y para los investigadores en particular, el todo vale más que la suma de las partes. Esto entendieron Rosato y Álvarez, lo había entendido Horacio González, en la anterior gestión de la Biblioteca Nacional, pero nunca pudo conseguir los fondos, y esa deuda pendiente se propuso saldar Manguel: conseguir los 400 mil dólares que pretendían los herederos de Bioy Casares.

La complejidad de la trama en la herencia de Bioy, que incluye a Fabián Bioy Demaría -un hijo que el escritor tuvo en una relación extramatrimonial, reconocido tardíamente, pero que murió en 2006, antes de que finalizara el juicio sucesorio, y cuya herencia vuelve a la madre de Fabián, Sara Josefina Demaría, y a los tres nietos de Bioy que le dio su hija Marta- es el trasfondo y la razón por la que esa biblioteca permaneció en un depósito durante más de quince años.

En ella hay desde libros de cuentos infantiles, marcados por el trazo de una niña Silvina Ocampo, o la obra completa de sir Thomas Browne, no disponible para consulta pública en la Argentina, hasta las pruebas de imprenta de "El jardín de senderos que se bifurcan", con el prólogo agregado en correcciones manuscritas de Borges. El autor de Ficciones tenía la costumbre de seguir corrigiendo sus cuentos una vez publicados en revistas como Sur. Así sucede con el cuento "El zahir", cuya corrección se encuentra en una de estas cajas sobre el soporte de un ejemplar de Los Anales de Buenos Aires. "Eso es de una riqueza crítico genética invaluable", comenta Alvarez. "Es un Borges todavía reescribiéndose."

No es lo único. Entre otras curiosidades, los investigadores podrán encontrarse, por ejemplo, con una primera edición del Finnegans Wake, de James Joyce. En la hoja de guarda, Borges y Bioy se dedican a inventar frases que empiecen con la fórmula "en menos que", como un juego que solían hacer. En tanto, Montequin recuerda toda una sección de libros de la colección del Séptimo círculo, dedicada a novelas policiales. Tanto Borges como Bioy, obsesivos como eran, hacían correcciones de estilo entre una edición y otra. El resultado es una pequeña pero magistral lección de traducción.

Además, el acervo permite reconstruir toda una red de escritores. A partir de las dedicatorias de los libros se ilumina la relación que mantuvieron. Montequin apunta que una de las más lindas de Borges se encuentra en un ejemplar de Discusión, regalado a Silvina, donde escribió: "A Silvina, claridad, dedico estas sombras".
Lo que viene
Las joyas que puedan surgir de la conjunción entre estos enormes escritores aparecerán después del trabajo de investigación que empezarán a desarrollar Rosato y Alvarez una vez concretada la
compra-venta-donación por parte de empresas como Banco Galicia o Fundación Bunge y Born, entre otros. Será a fines de marzo.
Esta donación es el primer paso que impulsa la gestión de Manguel en la Biblioteca Nacional para rastrear, preservar y poner a disposición de investigadores y del público en general (a través de exposiciones) los tesoros patrimoniales de la cultura del país y evitar la fuga a universidades o institutos extranjeros.
Los testigos que alguna vez transitaron el departamento de Posadas dicen que en una de las pocas paredes del escritorio de Bioy Casares había una carta manuscrita de Sarmiento enmarcada. En abril de 1989, en una de las entradas de su diario, Bioy se entristecía por las goteras en aquel departamento. El metálico ruido del agua en los cacharros lo angustiaba como cuando era chico. Cabe imaginar la pena de Bioy si hubiera sabido que la mayoría de aquellos libros que engalanaban su biblioteca estarían durante más de quince años en un depósito de la calle Sarmiento. En esa coincidencia quizás se esconda una broma borgeana que recién ahora empieza a dar gracia.
El concepto y los números detrás de la adquisición


Alberto Manguel, director de la BNMM

"Es el primer paso para reunir este tipo de tesoros nacionales en la Nación. Una manera de detener la fuga y conservarlos para futuros lectores"
17.000  ejemplares Integran la biblioteca completa de Bioy y Ocampo que se incorpora al acervo de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno
330 cajas con libros
Agrupados en 10 lotes, de 33 cajas cada uno, llevan más de 15 años embalados.
400.000 dólares, es el valor total de las operaciones de compraventa de estos libros realizadas a los herederos por particulares, empresas y fundaciones, que los donarán a la BNMM
Cinco joyas de la donación
El jardín de senderos que se bifurcan - Jorge Luis Borges, 1941: Pruebas de imprenta con el prólogo agregado en correcciones manuscritas del propio Borges
Finnegans Wake - 1939, James Joyce: Primera edición con anotaciones de Borges y Bioy Casares en la hoja de guarda, con un juego de palabras que hacían
Fervor de Buenos Aires - Jorge Luis Borges, 1923: Primera edición dedicada
Guías Michelin: Las utilizó Bioy en sus viajes por Europa; ilumina una etapa poco conocida en su biografía

Colección de folletos surrealistas: Son manifiestos de la vanguardia que Silvina Ocampo había traído directamente desde Europa.

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jueves, 26 de enero de 2017

La inocencia juega al solitario Felisberto Hernández, pianista semiprofesional y narrador extraordinario, en los años 20.




La inocencia juega al solitario
Felisberto Hernández, pianista semiprofesional y narrador extraordinario, en los años 20.

Matías Serra Bradford

 25/01/2017 Clarin.com Revista Ñ Literatura
Ediciones de sus cartas, obra reunida e inéditos

Literatura
Se siguen publicando cartas y textos desconocidos de Felisberto Hernández, que lo acercan y lo alejan, como sucede con la transparencia de ciertas lentes –la transparencia es el color primario de este escritor– según de qué lado se las use. No es un defecto de las ediciones; es su literatura –de aspecto prístino y profundidades más insondables– la que logra que perdure el misterio acerca de su persona. La precariedad de su modus vivendi como pianista semiprofesional y empleado estatal temporario, que su correspondencia pone en primer plano, corría en paralelo con el estilo invertebrado de su prosa –de caprichosos desvíos y saltos, temáticos y sintácticos– y que parece un eco destilado de su frágil contexto cotidiano.

En esas circunstancias, su mayor preocupación fue la de conservar el estado de inocencia, por llamarlo así, de lo capturado por su percepción maniática, sabiendo que debía filtrarlo semejante inteligencia (algo posible porque la inteligencia no es unitaria y monolítica). Es que al propio Felisberto no lo dominaba la ingenuidad; había perdido la virginidad literaria con dos franceses de bigote prolijo, Proust y Bergson (que se casó con una prima de Proust). En todo caso, no es tan raro que la expresión de cierta ingenuidad en otro se pueda leer como benévola ironía. Lo que Felisberto se propuso y consiguió es crear un aire de inocencia para sus páginas. Ofrecerle a la inocencia una mesa en la que esta pudiera jugar a sus anchas al solitario.

Tal vez algo de eso se deba a que casi todo en él suena a apunte para sí mismo. Fue con la memoria, y con la adivinación, que Felisberto pudo inventar (en él, en buena parte, equivale a comparar). La memoria y su cine mudo, su sala de montaje. Un Proust remolón, nunca olvidó que en un momento quizá cada vez más temprano la vida parte sus aguas y el corte lo produce la aparición de la conciencia –la ficción– de la memoria. Acaso buscaba conversar con esa edad en la que todavía no se sabe lo que es un recuerdo. Mientras tanto, escribía “de memoria”, como con una facilidad total. Un tráfico clandestino, sin falla, entre lo interior y lo exterior, de orden telepático, sostenido por un animismo constitutivo. Cálculo y revisión fueron su pan de cada día pero eso no impidió que a sus narraciones les sobrara inspiración, como si en efecto hubieran sido escritas de un solo trazo.

Felisberto persiguió la saturación de la comparación, el hartazgo propicio de la metáfora. El uso y abuso del “como” es su bajo continuo, pero su toque posiblemente esté en frases como: “no iría a ver sus muñecas hasta no sentirse bastante aislado”. Sus antojos se evidencian en su puntuación, en los guiones que abren un interior más replegado, en un paréntesis en medio de un diálogo, en una “y” después de dos puntos o punto y coma, o bien la y griega para empezar una oración, una y otra vez.

Felisberto se apropió de un viejo secreto de la escritura: transformar las debilidades en un estilo peculiar. Era el suyo un estilo escaleno; casi cada línea tiene tres lados desiguales. Dicho de otro modo, escribía como alguien que sólo leía poesía. Su prosa avanza al modo de variaciones sobre una teoría de lo sublime, por entregas, sofisticadamente imprecisa. Si von Kleist dejó en su ensayo sobre las marionetas, entre otras cosas, un tratado de poética, Felisberto fue capaz de hacerlo por medio de la ficción, por ejemplo en el relato "Las Hortensias", tour de force absoluto de la imaginación abismada e instalación artística pionera.

La firma detrás de Nadie encendía las lámparas no le temía a la repetición de la palabra misterio: es el centro vibrante de su obra. Y cuando quería se daba el lujo de ser mordaz hacia sus propias búsquedas: “pues hay teorías con sugestión exótica, con misterio sugerente, con génesis naturalista, con profundidad filosófica, etc”. Poseía una destreza sin fin para novelar el misterio (novelar es un verbo pertinentemente esquivo), como lo prueba su cuento “La casa inundada” o, en otra paleta cromática, Por los tiempos de Clemente Colling, acerca de su maestro de piano ciego, una de las más bellas historias, por oblicua y elíptica, sobre un tutor y su discípulo.


Con Felisberto Hernández se ratifica que decir de un modo raro es rastrear un espejismo que se desplaza hacia adelante, y en su estela tiene a bien dejar una frase. Sus oraciones, podría pensarse, se dividen en frases convenientemente idiotas, inteligentemente idiotas y genialmente idiotas. A menudo termina un relato, adrede, de un modo simple. Un jugador –un escritor– puede crear misterio en su amistoso rival –el lector– si decide abandonar inexplicablemente (en una posición pareja).

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