miércoles, 17 de febrero de 2016

Historia Argentina Manuel Baigorria

   
Historia Argentina    Manuel Baigorria

Manuel Baigorria (San Luis (Argentina), 1809–1875), militar argentino, que participó en las guerras civiles de su país, y estuvo largos años refugiado en las tolderías de los indígenas. Llegó a ser considerado un cacique entre los ranqueles.
Era un mestizo de familia humilde, pero que sabía leer y escribir. Muy joven se unió al ejército provincial y fue destinado a la frontera contra los indios. Fue nombrado oficial cuando estalló la revolución unitaria de Luis Videla en 1830, en apoyo a la política del general unitario José María Paz. Combatió en la batalla de Oncativo contra Juan Facundo Quiroga y regresó con Videla a San Luis.
Cuando Quiroga regresó, en 1831, formó entre los vencidos en la batalla del río Quinto. Tras varias semanas de esconderse en el monte, los federales se afianzaron en el poder, por lo que se refugió en las tolderías de los indios ranqueles.
Fue recibido por el entonces jefe de la "nación" ranquel, Yanquetruz, que lo adoptó como a un hijo. Participó en varios malones contra las provincias de Córdoba y Buenos Aires desviando los ataques de su propia provincia, y enfrentó la campaña al desierto de 1833 combatiendo en Acollaradas contra el coronel José Ruiz Huidobro. Al parecer, en esa batalla recibió una terrible herida en la cara en forma de surco, que la cruzaba en diagonal. La cicatriz lo acompañó el resto de su vida, y generaba una cierta admiración por su valor y resistencia. Luego de la muerte de Yanquetruz mantuvo cierto poder al mando de la familia de éste, sólo relativamente dependiente del nuevo cacique general, Painé.
En 1840 llevó un malón a su provincia, en apoyo de una revolución unitaria, dirigida por Eufrasio Videla. Lograron tomar el poder, pero sus indios se dedicaron a saquear la región. La reacción del general José Félix Aldao devolvió el poder a los federales, en la persona de Pablo Lucero.
Regresó al desierto, seguido por otros revolucionarios, entre ellos los hermanos Felipe y Juan Saá. Siguió lanzando malones sobre Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe y se instaló en el norte de la actual provincia de La Pampa. Sus toldos eran refugio de toda clase de fugitivos. Cuando Saá regresó a San Luis, los indios creyeron que él también los abandonaría. Por eso tomó una esposa india, hermana del toqui Calvaín y fue reconocido como cacique. Llegó a tener tres esposas, una de ellas hija del cacique Ignacio Coliqueo.
Después de la batalla de Caseros fue invitado por el presidente Justo José de Urquiza a visitarlo, y allí lo nombró comandante de toda la frontera con los indios. Fue nombrado comandante de la frontera sur de Córdoba, que incluía San Luis. Avanzó esa frontera algunas leguas hacia el sur, lo que causó nuevos malones, al mando de Mariano Rosas. Logró debilitar a éste aliándose con Coliqueo y dividiendo a los ranqueles al formar una tribu independiente, bajo el mando de su ahijado Baigorrita. En 1856 fue ascendido a coronel.
Peleó en la batalla de Cepeda (1859) del lado de Urquiza. Al año siguiente apoyó al gobernador cordobés Mariano Fragueiro contra los revolucionarios que lo habían derrocado. Pero el presidente Santiago Derqui terminó por deponer a Fragueiro, y el vicepresidente Pedernera, su coprovinciano, lo desautorizó.
Derqui lo reemplazó como comandante de la frontera por Juan Saá, su enemigo personal desde que había abandonado las tolderías. Por este cúmulo de razones personales se pasó al enemigo: se trasladó con sus indios y algunos soldados a la provincia de Buenos Aires, y combatió del lado de ésta en la batalla de Pavón.
Formó parte de la división que invadió Cuyo bajo el mando de Ignacio Rivas, y colocó en el gobierno de su provincia a Justo Daract. Tras pasar unos meses en Mendoza, regresó a la frontera sur de Córdoba y San Luis.
Junto al coronel Julio de Vedia dirigió una campaña a Leuvucó, el centro de los ranqueles. Participó en la campaña contra el caudillo federal Chacho Peñaloza y en la batalla de Las Playas, en que éste fue derrotado. Poco después derrotó al caudillo local Puebla en Chaján. En 1867 venció al caudillo federal de Córdoba, Simón Luengo, y apoyó la campaña contra Felipe Varela, el último caudillo federal del interior.
En 1868 comenzó a escribir unas interesantes Memorias, de las que vale la pena citar el prefacio:
"El coronel Baigorria, en la Villa de Río Cuarto, a seis días del mes de mayo de 1868, no teniendo en qué distraerse, se ocupa en recordar ligeramente su pasada y agitada vida."
Viajó a Buenos Aires a publicarlas, y más tarde regresó a la frontera cordobesa como comandante de la misma, con asiento en la Villa Mercedes (San Luis), fundada por el coronel José Iseas quince años antes.
A fines de 1873 pasó a la plana mayor de la división del general José Miguel Arredondo, en la que inició en el conocimiento de la frontera al futuro conquistador del desierto y presidente Julio Argentino Roca. Ayudó en la represión de la revolución mitrista de 1874. Murió en San Luis en junio de 1875.

Fuente: http://faggella.com/histoargenta/Baigorria.htm

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jueves, 11 de febrero de 2016

Historia  Argentina



EL GOLPE DE ESTADO: un asalto a la 

República
  /Derrocamiewnto del Dr. Arturo Humberto Illia)

(Extraído del libro: "Ricardo Balbín: el radicalismo y la república", de Eduardo Giorlandini, editado por la Cámara de Diputados de la Nación, en 2001. Prólogo de Rafael Pascual.)

FATÍDICO 28 DE JUNIO 

El 28 de junio de 1966 a la madrugada Illia se encontraba en la Casa de Gobierno, acompañado por los ministros, colaboradores, algunos senadores y diputados nacionales radicales. A las 5.10 horas, de ese día martes penetraron el general Julio Alsogaray, el Jefe de la Casa Militar brigadier Rodolfo Pío Otero, el coronel Luis Perlinger y un grupo de oficiales. El diálogo reconstruido fue publicado por la revista "Somos" el 21 de enero de 1983: 


Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe... 
Illia: -El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo. (Señalando un libro que está a un costado de su mesa). Mi autoridad emana de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted también ha jurado cumplir. A lo sumo, Usted es un general sublevado que engaña a sus soldados. 
Alsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará. 
Illia: -Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sino tan sólo a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos... 
Alsogaray: -Señor Presid... (rectificándose) doctor Illia... Varias voces: -¡Señor Presidente!
Alsogaray: con el fin de evitar actos de violencia, lo invito nuevamente a que abandone esta casa. 
Illia: -Son Ustedes quienes están provocando la violencia. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército 
de San Martín y de Belgrano. Le han causado mucho mal a la patria y lo seguirán causando. El país los condenará por esta usurpación... 
Alsogaray: -Usted está llevando las cosas a un terreno que no le corresponde, doctor IIlia; le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos. Su integridad física está asegurada. 
Illia: -Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el lugar que me indica la ley y mi deber: Como comandante en jefe, le ordeno que se retire. 
AIsogaray: -Yo sólo recibo órdenes del comandante en jefe del Ejército. 
IIlia: -El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes son los insurrectos. i Retírense! 
Los jefes militares abandonan el despacho presidencial. A las seis, retorna el coronel Perlinger en compañía 
de oficiales subalternos. Perlinger se acerca por la izquierda hasta la mesa de llIia y le dice en tono firme: Perlinger: -Doctor Illia, en nombre de las Fuerzas Armadas, vengo a decirle que ha sido destituido. 
Illia: -Ya le he dicho al general Alsogaray que ustedes no representan a las Fuerzas Armadas. 
Perlinger: -Me rectifico. En nombre de las fuerzas que poseo... 
Illia: -Traiga esas fuerzas. 
Perlinger: -No lleguemos a eso... 
Illia: -Son ustedes los que emplean la fuerza, no yo. 
Perlinger y sus acompañantes se retiran. A las 7.25 vuelve Perlinger está vez al frente de un grupo de efectivos de la guardia de infantería de la Policía Federal, portando pistolas lanzagases. 
Perlinger: -Doctor llIia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo a las personas que se encuentran con usted. Ellos serán desalojados por la fuerza. 
IIlia: -Su conciencia le va a reprochar lo que esté haciendo. (dirigiéndose a la tropa policial). A muchos de Ustedes les dará vergüenza cumplir estas órdenes indignas de quien ni siquiera es su jefe. Acuérdense: cuando cuenten a sus hijos lo que hicieron en este momento, sentirán vergüenza... 
Perlinger: Dr Illia tendremos que usar la fuerza... Illia: -Es lo único que tienen... Perlinger: (Con tono enérgico, a sus subordinados): -Dos oficiales a custodiar al doctor Illia, los demás 
avancen y desalojen el salón. La tropa avanzó mientras que los dos oficiales de policía que debían vigilar a Illia no pudieron cumplir su cometido, pues éste fue inmediatamente rodeado por sus colaboradores. Hubo forcejeos, pero en pocos minutos el despacho fue desalojado. Illia y sus colaboradores bajaron por las escaleras hasta la planta baja, seguidos de cerca por el pequeño batallón de lanzagases. Eran las 7.40 Sobre las veredas de la Plaza de Mayo y del Banco Nación, varias docenas de soldados cuerpo a tierra apuntaban hacia la Casa Rosada con sus fusiles. A las 7.45 Illia subía a un taxi, rumbo a la casa de su hermano en Martínez. " 
"Somos" no reprodujo con fidelidad los diálogos. Otros testimonios nos permiten afirmar algunas expresio- nes importantes, luego de mencionar que casi todo el equipo balbinista acompañaba a Illia en la circunstancia. Alsogaray se había colocado a la izquierda del Presidente IIlia, quien sin levantar la cabeza, ni mirarlo siquiera, ni inmutarse, continuó con lo que estaba haciendo en ese momento. Eso habría molestado al militar, quien irritado pretendió arrebatarle una fotografía que en ese momento Illia firmaba para uno de sus colaboradores (un empleado de la secretaría privada, o el jefe de la misma, Miguel Angel López, o un ordenanza, según distintas versiones) Illia impidió que el militar le arrebatara la fotografía y, seguidamente, se produjo una parte del diálogo, que la citada revista no tuvo en cuenta: 
Alsogaray: -Deje eso, permítame... Illia:-cállese... Yo no lo conozco. ¿Quién es usted? 
Alsogaray: -Soy el general Alsogaray:.. 
Illia: -Espérese. Estoy atendiendo a un ciudadano, ¿cuál es su nombre amigo? Alsogaray: -Respéteme... 
Illia: (Al concluir de firmar la fotografía) Este muchacho es más que usted. Es un ciudadano digno y noble. (Parándose y dirigiéndose al general) ¿ Qué es lo que quiere? 
Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe. .. 
Luego, sigue en líneas generales el diálogo ya reproducido, pero con una variante: 
Alsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas le pido que abandone el despacho. 
Illia: -U sted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos, que como los bandidos aparecen de madrugada para tomar la Casa de Gobierno... 

Años después, el coronel Luis C. Perlinger envió al doctor Illia la siguiente nota: 
" principios de 1966 siendo usted Presidente de la Nación, tuve algunas reuniones en Mar del Plata y en Buenos Aires con generales que ocupaban altos cargos en el EMGE, a los cuales traté de convencer de no romper el orden institucional. Ante la inutilidad de mi prédica y guiado por el desconcepto de que la unidad de la fuerza amenazada por casos aislados de oposición era más importante que el respeto a la Constitución, me plegué al movimiento que estalló el 28 de junio. 
Circunstancias que no se buscan, pero que se dan con frecuencia en los hombres de acción me asignaron un rol imporlante en su destitución. 
En una presentación fechada en julio de 1976, que repartí profusamente y de la cual me ocupé de enviarle un ejemplar escribía: 'Hace 10 años el Ejército me ordenó que procediera a desalojar el despacho presidencial. Entonces el doctor Illia serenamente avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos se lo van a reprochar. ¡Tenía tanta razón! Hace tiempo que yo me lo reprocho porque entonces caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar a un movimiento auténticamente nacional. 
Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo. El público reconocimiento que en 1976 hice de mi error; si bien no pude reparar el daño causado, da a usted, uno de los grandes demócratas de nuestro país, la satisfacción de que su último acto de gobiemo fue transformar en auténtico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas de su cargo constitucional...
"
 (taringa.net)

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